Blog : QUIERO PINTAR TU CUERPO......

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4/9/2008 7:31 pm

QUIERO PINTAR TU CUERPO......

Mis manos a acarician tus piernas, y te digo lo suave que es tu piel. Para ese momento ya estabas sumamente excitada, el juego de seducción empezaba y por más que me acercabas y me ofrecías tus labios, no los tome. Te dije que uno de los placeres más grandes es disfrutar hasta el límite de aquella excitación previa, de la tensión sexual que se puede generar entre dos personas sin necesidad de llegar al clímax físicamente.
Mis palabras te desconcertaron, literalmente fueron como un balde de agua fría que te sacó de la ensoñación y que secó por completo tu entrepierna…..
Mis manos se posaron sobre tus hombros. Podías sentir mi respiración sobre tu cuello mientras seguía hablando.
Te recostaste en el sofá boca abajo, me senté sobre tus piernas y mis manos empezaron a recorrer tu espalda y hombros, las puntas de mis dedos eran suaves pero al mismo tiempo firmes, y por más que parecía que llegarían a los puntos más erógenos de tu cuerpo nunca los alcanzaron. Tu piel estaba completamente erizada bajo la delgada tela de tu ropa, y en la cuenca en la que se convierten tus muslos empezaba a formarse un pequeño manantial. Durante todo ese lapso mis dedos jamás tocaron tu piel, sin embargo tus sentidos podrían jurar que el tacto era explícito.......
Te recostarte boca arriba, tus pezones estaban rígidos como dos rocas que con su innegable filo intentaban desgarrar las dos capas de tela que los cubrían.
Mis dedos se dieron a la tarea de seguir tocando, de seguir palpando centímetro a centímetro tu cuerpo sin tocar la piel. Lentamente mis dedos tocaron el perímetro de tus senos como siguiendo las costuras del sosten y tus manos se encresparon sobre el sofá.
Estabas muy excitada. –más que palabras, los sonidos emitidos por tu boca parecían jadeos.
tu cuerpo pida lo que necesita, identificaste exactamente tus necesidades, no las tuyas, sino las de tu cuerpo… Si tuvieras qué elegir en este momento, ¿qué parte necesita más atención?
–Todo.
Cierra los ojos… Concéntrate bien… ¿Por dónde quieres que empiece? ¿Por tus senos…? ¿Por tu vagina…? ¿Por tus labios…?
Antes de esa pregunta en lo único en lo que podías pensar era en que te penetrara y te acariciara los senos. Nunca en que te besara. Fue como apretar el botón indicado para que tus labios, tu boca y tu lengua demandaran la misma atención que el resto de tu cuerpo.
Mis labios… –me dijiste convencida de la respuesta.
Me incline sobre ti, deteniendo tus manos con mis brazos para evitar que me pudieras tocar. Lo único que podía tener contacto eran nuestros labios. Nada más.
El beso, igual que mi mirada y mi tacto, fue profundo, suave, firme. Un beso que no sólo te robó el aliento, también te vació por completo. Mis dientes daban pequeños mordiscos sobre tus labios y con una delicadeza inexplicable se apoderaron de tu lengua, que chupe y succione de la misma forma en que tú querías hacerlo conmigo.
Al final del beso, tu imaginación se echó a volar tratando de averiguar qué vendría después.
Mis dedos empezaron a desabotonar tu blusa.
Quiero verte, admirarte, que mis ojos se cansen de ver tu cuerpo casi desnudo. Que se cansen de ver tu silueta rogar por lo que sigue.
Te admiraba, mis ojos recorrían tu cuerpo como quien observa una obra de arte para encontrar el significado del autor. No pude distinguir qué punto llamaba más su atención, era como si el todo fuera un solo punto que lo hipnotizaba.
Quiero pintar tu cuerpo. Que sientas la suavidad de las cerdas, mojadas en la pintura, sobre tu piel…
Ahora mis ojos estaban fijos sobre tus senos, los miraba como si con ellos pudiera acariciarlos y sentirlos, Mi mirada te volvió a excitar, sentías una necesidad urgente de que te tocara, de que los besara, los acariciara y los hundiera en mis labios como había hundido mi lengua.
Quería sentirlos a través del pincel… Que él me cuente de su suavidad y su textura.
Deje escurrir un chorro de color verde sobre cada uno de tus pezones. Entonces, con delicadeza y lentitud paso el pincel por encima de ellos haciendo que tu piel nuevamente se ericé y que tus labios volvieran a humedecerse por completo.
Cerraste los ojos, y te dejaste llevar por las sensaciones que la pintura y las cerdas provocaban en tu cuerpo, cada pincelada era como un beso frío que te recorría, como un pequeño lengüetazo de mi boca para probar esa minúscula parte de tu ser. Mientras el pincel recorría tu vientre podías sentir las palpitaciones y contracciones que el movimiento del pintor creaba debajo de tu piel. Cada chorro de pintura era como una descarga eléctrica que te recorría de pies a cabeza, como si mis dedos recorrieran tu clítoris completamente hinchado y húmedo queriendo provocarte un orgasmo eterno.
Ya no podías controlar la respuesta automática de tu cuerpo, conforme me iba acercando a tu pubis tu cadera empezaba a mecerse, subía un poco y luego bajaba gritando por mi atención.
–Tu cuerpo habla por sí mismo…
Y el pincel llegó al punto más álgido de tu anatomía… La pincelada fría entre tus labios húmedos te hizo gemir, casi gritar y estallar.
Mis dedos, así como habían recorrido otras partes de tu cuerpo, empezaron a recorrer el estrecho camino húmedo que se abría entre tus piernas. Las yemas de mis dedos apenas lo rozaban y el manantial seguía brotando, seguía emanando casi a gritos exigiendo mi dura presencia, hundí mis manos bajo tu cadera para levantarla y poder hundir mi boca en tus labios. Tu garganta por fin se dejó escuchar, tus gemidos se acoplaron al ritmo que llevaban mis manos y el mismo que mi lengua marcaba al pasearse por el sendero anegado de tu entrepierna. Podías sentir cómo mi boca intentaba saciar mi sed contigo, una interminable sed que quería resecar el arroyo, pero no lo conseguía. Por fin mis labios se desprendieron de los tuyos, y entonces tu mirada habló por primera vez, y sentándote sobre mis muslos dejaste que tu cuerpo hablara con el mío. El lenguaje era perfecto, unísono en un compás perfecto de tiempo y movimiento. Se moldeaban y abrazaban como hechos a la medida, de la misma forma en que nuestras bocas se embonaron y mis manos por fin le dieron cabida a tus senos, mis manos jugaban con tus pezones y tus manos se aferraban a mi espalda ancha y firme mientras tus piernas se flexionaban para sentir mi firmeza cada vez más dentro de ti. No eran necesarias las palabras. Nuestros cuerpos hablaban por sí solos, se entendían por sí solos, se manejaban por sí solos en una sincronía perfecta que alcanzaron el éxtasis al mismo tiempo.

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