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DON SEGUNDO - LA PULPERIA ( a la mañana del día) Don Segundo, era el comedero donde almorzábamos todos los dÃas. Miguel, un porteño casado con una jovencita nativa del lugar, habÃa reciclado ese rancho, probablemente uno de los más antiguos del pueblo, y lo habÃa convertido en restaurante. Limitaciones economÃcas mas que razones estéticas eran el verdadero motivo por que cual el edificio coservaba intacto su original aspecto. Muros de adobe, blanqueados a la cal, pisos de ladrillo, ventanas angostas y puertas petizas, techado de añosos ladrillos desplegados sobre alfajÃas vencidas de madera dura no permitÃan que nuestro comedero tuviera mejor aspecto, por eso, para sentirnos coherentes con nuestras circunstancias y entorno, lo habÃamos rebautizado: "la pulperÃa". Salvo los viajantes de comercio, cuya permanencia en el pueblo era siempre por pocos dÃas y de frecuencia muy esporádica, los parroquianos habituales, no más de seis, éramos siempre los mismos. Desde que habÃamos llegado, como rutina obligatoria, todos los medio dÃas, concurrÃamos a nuestro comedero. Era tal la confianza que tenÃamos con el dueño, por ser quizás sus mejores clientes, que hasta tenÃamos la libertad y el privilegio, de organizar el menú para el dÃa siguiente. Despues del postre, con el café, que era de filtro e intomable, hacÃamos campeonatos de truco, si éramos muchos, o jugábamos a la loba, si éramos pocos. No tenÃamos otra cosa que hacer, porque desde que nos habÃamos instalado como habitantes permanentes, hacia de eso, tres semanas, no habÃa parado de llover ni un solo dÃa. Decididamente estabamos en Macondo En la intimidad de las sobremesas, Miguel nos habÃa contado las dificultades por las que atravesaba. En Buenos Aires, él tenÃa una pequeña concesionaria de compra venta de autos usados, vivÃa en Belgrano, en el mismo edificio en el que vivÃa Susana Jiménez, y su adaptación a las costumbres y posibilidades del pueblo, se le hacÃan cuesta arriba. El restaurante no le daba lo suficiente para levantar cabeza. Llegamos a la pulperÃa, promediando la mañana, un dÃa que por fÃn, por primera vez, la lluvia no parecÃa persistente. El cielo se encapotaba de a ratos y tÃmidos resplandores de sol asomaban entre las nubes, por momentos. Miguel preparaba una de las mesas ubicadas en el centro del salón. Las que estaban próximas a las ventanas estaban siempre reservadas para nosotros, los cotidianos comensales. TendÃa el mantel sobre la mesa y disponÃa prolijamente plato, servilleta, vaso y cubiertos. ¿Quien viene? Preguntamos como si fuéramos los dueños. Un tipo que llegó hoy a la mañana, contestó sin mirarnos. Un personaje bastante extraño, agregó como único comentario. HabÃamos terminado de comer la entrada, jamón con ensalada rusa, cuando entró por fin el personaje esperado. Recortada su silueta en la puerta entrada, estaba él. Un hombrecito robusto, de baja estatura, tez blanca, ojos saltones y oscuros, pelo largo, crespo, negro y abundante, recogido en la nuca con un lazo de hilo de algodón trenzado. VestÃa camisa blanca tipo guayabera, largo a medio muslo, sin cuello, pechera bordada, martingala en la espalda, pantalón de lino del mismo color y calzado con escarpines de cuero negro trenzado con medias blancas tipo zoquetes. Miguel lo condujo hasta su mesa, recién preparada y se retiró hacia la cocina a buscar su comida. No podÃamos dejar de mirarlo, no por ser nuevo, sino más bien por que su aspecto era sin lugar a dudas, muy estrafalario. MartÃn, nuestro compañero de mesa, que no se llamaba MartÃn, pero asà lo habÃamos apodado, por ser el vendedor de pescado de rÃo, que visitaba con su triciclo motorizado y su megáfono, tres veces por semana al pueblo, y lo recorrÃa anunciando a viva voz, pescao, pescao fresco, pescao, inició un diálogo de mesa a mesa con el forastero. Asà no fuimos enterando, que el hombrecito decÃa ser hijo de padre hindú y madre española. Que habÃa recorrido el mundo, desde el Nepal hasta el Amazonas. Que habÃa aprendido todas las disciplinas que atienden al espÃritu y nos alcanzó un volante que lo presentaba. MAHATAR AL VITAR predicciones, curaciones, mal de amores, mal de ojo, pata de cabra, culebrilla, espasmos y asiento de estomago. Asà comienza esta historia, una de las postales mas insólitas que guardaré en éste blog, mi cajoncito de recuerdos, relicarios y souvenires recopilados en mi vida. |
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6 dkas?, casi no lo sé ni pronunciar, ese " alias" me hace sentar como en una mesa de póker, no sé, será porque me gusta jugar póker( sin ser tahúr y menos gurú )Resulta que he comenzado a leer tu blog al revés, el final de la historia de primero y lo primero de final ( parece un trabalenguas, pero nó lo es )La presencia de este gurú tiene algo de " macondiano" porque la estela de su estadÃa , dejó lo que ustedes, creo yo, en el fondo deseaban...que no lloviera...fué un DILUVIO, pero al revés, es que no SÉ cómo se dice, será ANTIDILIVIANO??De lo que estoy segura es que no es sequÃa, me pueden llevar a la horca y lo aseguro!! He tratado de buscar responsables de este episodio y el que menos tiene" velas en este entierro" es el señor gurú. Todos se confabularon a su alredor para vestirlo de gurú, le hicieron turbante, le pintaron lunar rojo en el tercer ojo ( yo tengo dos ), lo único que no le cuadraba era la guayabera, ni más faltaba que tuviera un liqui liqui puesto. Tal vestimenta me ha hecho recordar al RENACUAJO PASEADOR, de Rafael Pombo ( nó polvo , como dice una amiga) " El hijo de Rana, Rin Rin Renacuajo, salió esta mañana muy tieso y muy majo, con pantalón corto, corbata a la moda, sombrero encintado y chupa de moda " ...mañana sigo con el comentario, vienen unos amigos para casa. Un caluroso saludo. Me ha encantado cómo escribes las vainas !!
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No querida Cartagenera, no hay que buscar responsables ni descubrir confabulaciones. La provincia de Corrientes, es una territorio impregnado de magia, la gente no cuenta sus historias de vida, narra su mitologÃa. Hasta la medida del tiempo es distinta. Cada pueblo es Macondo y cada correntino es un BuendÃa. La vida hizo que en distintas oportunidades, por cuestiones de trabajo, volviera a la tierra de mis antepasados paternos. Mi cultura citadina no impidió que en cada ocasión construyera mi propia leyenda. Gracias de nuevo, quedo a la espera de la continuación de tu comentario.
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Hola, este comentario se está convirtiendo casi en un " blog, tambien me siento como " chateando", pero nó, es un " comentario".Creo que eso de andar con una lupa mirando todo se lo debo a Aghata Cristi y a su detective Sherlock Holmes; cuando estaba jovencita leÃa mucho sus novelas y algo se me quedó.. Me dá tanto pesar con el pobre gurú de que MartÃn Pescador, lo hubiera metido en ese bololó, es que MartÃn tambien fué el asesor de imagen, y hasta le hizo marketing, la esposo del Poloco taambién tiene su tajada en este cuento por " carbonera "ahà el que pago los platos rotos fué Miguel, el dueño del restaurante, tenÃa póliza de seguro?No sé por qué he sentido tanto pesar con el gurú....hasta ganas tengo de sacármelo a vivir...sabes su mail o su blog ? Y colorÃn colorado este comentario se ha acabado. Pstoy en la ventana de mi habitación y veo en la casa de mi vecina, revoloteando sobre unas flores de veranera color fu[kcq]sia, muchas mariposas amarillas , se parecen a las de Mauricio Babilonia, será un " presagio "....parece que va a llover!!Me gustarÃa conocer la carta de Beethoven, ahora sà me despido, caluroso saludo.
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4/28/2007 10:55 pm |
¡Qué lindo recuerdo! Corrientes tiene payé chamigo. ¡Y cuánto! Ya ves, si no hubiera sido por la picardÃa de los celosos-notables asistentes, estoy segura de que te habrÃa hipnotizado!! Y vaya a saber cuántas cosas habrÃas visto y recordado del pasado reciente y del ancestral... Creo que el gurú vio tu intuición y la intensidad de tu búsqueda interior, y los que te propusieron -muy suspicaces todos- no quisieron después que pasaras a formar parte de las leyendas y mitologÃa guaranÃtica, pues el primer héroe era extranjero y el segundo héroe se habÃa ido de su paÃs Las cosas son como son y nada más. Frustrado el intento de hacer memoria, el ese se quedó en el presente y te dejó el regalo de hacer realidad tu deseo de que dejara de llover, ¿será asà la cosa? )
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Asi es mi amiguita, Corrientes tiene payé y tambien hermosas guainas, como esta madurita adolescente con quien las sincronÃas junguianas me ha vinculado, en este espacio tan mágico. El gurú era sin dudas un impostor o por lo menos un mitómano, pero ni bien piso suelo correntino, sus mentiras y sus mitos se volvieron verosÃmiles. Todos mis recuerdos y los recuerdos de mi familia parte correntina y parte cordobesa, hoy son parte de mi mitologÃa. Me encantan tus visitas. Muchas gracias.
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