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GIRA , GIRA LA CALESITA 10 de octubre, primer día frío y ventoso del otoño y el último de mi estadía de tres semanas en New York. Por la tarde tomaré el avión de regreso a Buenos Aires. Por ser domingo, la comunidad italiana anticipó los festejos del día de la raza con un desfile de camionetas y camiones disfrazados de góndolas y carabelas y Cadillacs descapotables transportando en sus asientos, honorables ciudadanos caracterizados de gansgstes de la Cosa Nostra. Nada de indios, nada emparentado con lo español. La caravana arranca su marcha en la esquina del Columbus Circle, donde comienza el Central Park y recorre Park Avenue de punta a punta. Para mi suerte, en el parque otro acontecimiento, de bucólica nostalgia, compensa el mamarracho patético con el que en la gran manzana conmemoran el descubrimiento de América. Un grupo de adolescentes y algunos hippies tardíos rinden homenaje, frente al edificio donde se filmó la película “el bebe de Rosmary”, a John Lenonn, en el día de su asesinato, entonando, acompañando con guitarras, “Image”, su canción emblemática. No dispongo de mucho tiempo y a modo de despedida, decido aprovechar la mañana recorriendo los senderos del circuito chico del parque. Todo lo que esta isla tiene y yo necesitaba ver o hacer, está visto y hecho. El Metropolitan Museum, el Gughenheim, el MOMA, la ONU, las noches del Lincoln Center, las audiciones de la Julliard, las noches de jazz en el Village, la ceremonia de Gospel en el Harlem, las Twin Towers,, el Empire State y el West Side de toda su extensión. En la esquina de la 5th, un despliegue asombroso de traillers y equipos de filmación llaman mi atención. Me acerco a curiosear con la esperanza de estar junto a alguna personalidad famosa. No reconozco a nadie. actores de televisión En una especie de gacebo, próximo al lugar donde están rodando la escena, compro un café con donnuts y busco un banco donde tomar, lo que sería mi almuerzo, mientras veo la acción. Despues iré finalmente a preparar mi equipaje. De repente, mi descanso tiene música de fondo y me siento el protagonista de una película que ya he visto. El armonio del carrillón de una calesita, me traslada en el tiempo medio siglo atrás. Tuerzo la cabeza para ver de donde proviene la música y veo a mis espaldas un carrousel dando sus primeros giros del día. En uno de sus caballitos de madera policromada estoy yo, a mis 6 años, paseando mi flamante pena de huérfano, cuando el desconsuelo de mi madre por la muerte de mi padre y de su padre, sucedidas ambas en menos de treinta días, a sus treinta y cinco años, decidió abandonar para siempre su casa cordobesa, su familia cordobesa y su vida cordobesa para venirnos a vivir acá buscando una nueva vida lejos de tanto sufrimiento. Acompasando el fingido trote del caballito, en un monótono subir y bajar, me veo viviendo momentos de pavura en cada inocente vuelta de la misma terrorífica calesita. Subí Jorgito, te va a gustar. ....Es la mas linda del mundo. ....Hay una exactamente igual en Paris. ....Nunca te la vas a olvidar. ....¿Porque te queres bajar? ....¿No te gustó? ....¿Por qué lloras? Decididamente no me queda mas nada por ver en New York que ya no haya visto y es cierto que nunca olvidaría ese paseo tal cual lo que escuché, aquella vez, cuando era niño. La congoja anudada en mi garganta, que me provoca este recuerdo, me obliga otra vez el retorno a casa. No se si volveré a New York en el futuro. Tampoco sabia cuando decidí este viaje, hace un mes, que el verdadero motivo de mi regreso estaba motivado en mi necesidad de reencontrarme, en esta ciudad, con mi niñez, que había quedado gira que te gira en este carrousel, hace aproximadamente cincuenta años. Y de volver, lo haría solo para cumplir un ritual sacramental. Besar, bajo el puente que atraviesa el sendero de los jinetes del Central Park, a una mujer que yo ame y que ella me ame como necesito en mis últimos años adultos. 
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Hola amigo... debo reconocer que es realmente emotivo y bello tu relato. A veces no sabemos lo que nos mueve a estar en algún sitio hasta que nos encontramos alli, o por el contrario, nos preguntamos qué hacemos allí cuando ya hemos llegado. Tus viajes, el realizado y el probable futuro, se deben a una necesidad de reencuentro... con tu niñez y con un nuevo amor, respectivamente. Los dos muy bien motivados. Un beso... Stella Stella ♥ 
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5/1/2007 6:09 pm |
Debí leerte y releerte. No por complejo, sino por profundo. Es tan fascinante la historia que tejes y destejes en el tiempo como la vida misma. Hondo he intenso tu compartir. Gracias por expresarlo de este modo. Mi afecto contigo. Alis
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5/1/2007 9:38 pm |
Ahora el Central Park se está vistiendo de primavera, aunque todavía el clima es frío, tal vez no llueva mucho y el sol seque día a día los senderos de cada circuito. Creo que para sanar tu memoria sería bueno que regresaras y te subieras a la calesita, pero esta vez feliz, sabiendo conscientemente que todo aquel dolor dio paso a una vida en la que has tenido también mucha felicidad. Quedarse anclado en el pasado sólo para sufrir, no vale la pena... Y quién te dice que tu amada no sea quien te saluda y, al revés que tu mamá, te diga: Jorgito, bajate ya o me subo en el caballito de adelante, así te gano la carrera!!! Luego podrás besarla donde quieras!!!! 
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Gracias a las tres por su visita y sus comentarios. Mi encuentro con la calesita sucedió exactamente una año antes de que desaparecieran las torres del perfil de la isla. Un buen día, decidi tomarme vacaciones, solo y no por un fin de semana o un feriado largo, porque me las debía desde hacia mucho tiempo por exceso de trabajo o por falta de dinero. Sin planificación alguna, obtuve un pasaje usando millas acumuladas en la tarjeta y caí en Manhatan a darme una pansada de museos, ballet, opera,conciertos y jazz y el Central Park, todas mis preferencias. Pero una vez mas quedó en la evidencia que el inconsciente es el autor intelectual de nuestras conductas. Había una motivación profunda que yo no conocía en la elección de sitio para mi descanso. Habia cuentas pendientes que yo ni siquiera tenía en cuenta en mi vida diaria. Querida Peregrina, no vivo anclado en sufrimientos pasados, todo lo contrario, pero he aprendido a no prohibirle al pasado que vuelva en forma de recuerdo, porque ya maduro descubrí que somos por lo que fuimos y por de donde venimos. Gracias por sus vistas y por haber compartido conmigo algo tan intimo, como son mis lagrimas de niño.
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Cuántos de nosotros no hemos montado en un carrusel, sobre el lomo de un caballito de madera-en mi época eran de este material- y dimos vueltas y más vueltas embriagados de felicidad !!!Todavía no me he bajado de él y sigo dando vueltas esperando a mi príncipe-puede ser de cualquier color del espectro,; ahora, antes lo quería azul.... y galopar con mi amado hasta EL MEJOR LUGAR.....que es no es otro que aquel donde estemos con la persona amada.
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