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yissitta 54F
120 posts
5/3/2008 11:11 pm
CAPÍTULO XI


HOY SI TE QUIERO PERO MAÑANA QUIÉN SABE...



El día había aclarado, el olor del potrero era desagradable, pero después de tantos años de respirar el mismo aroma, no le era extraño.

Mientras cepillaba el lomo de aquel equino imponente, un sabor amargo de desilusión recorrió su memoria, las palabras de su hija le martillaban el cerebro, “te odio†le había gritado por el auricular, “no te lo perdonare, no me llames nunca más.â€

Diez años atrás armo valija con sus sueños, empaco sus ilusiones y escondió las enormes ganas que tenía de quedarse, dejó la tierra que le vio nacer, dejó a sus “chamacos†y a su “vieja.â€

-No chillen, que me harán chillar y los hombres no chillan,- había dicho- solo tres años nada más, pasaran rápido, lo juro, con el dinero que ahorremos pondremos un negocio propio, no olviden poner una veladora cada noche a “Lupita,†no olviden rezar por mi.-

Tragó sin agua el enorme nudo en su garganta, abrazó fuertemente a los niños, dio un beso en la frente a su esposa y al abrazarla la apretó tan pero tan fuerte como para fundir su piel en la de ella, necesitaba arraigar en cada poro de su piel un poco de aquel aroma, disfrazó su morriña y apretó su morral y dibujando una sonrisa apuró sus pasos, sin mirar atrás, se dirigió rumbo a lo desconocido.

El recuerdo de ese día le taladró el corazón de manera tal, que una sola ráfaga de memoria le produjeron un escalofrio de angustia.

-Nunca debí venir a este “ingue†país, a partirme la mandarina en gajos y por nada.-

El relincho del caballo puso fin a las fuertes cepilladas que sin darse cuenta daba al noble animal.

-Órale azabache, que pasotes con esos zapatotes, no vaya a encabritarse, pos taba pensando nomás perdona, ¿no ves acaso la pena que traigo?, si pudiera… la ahogaba en tequila,…pero jure que ¡nunca más! y lo cumpliré. -

Apretando los ojos fuertemente, contuvo la respiración, aisló sus pensamientos para dar marcha atrás en el tiempo nuevamente.
Los primeros meses en tierra extraña fueron difíciles e interminables, coexistir al acelerado ritmo inhóspito del norte en su continente, no había sido tan fácil como lo pensó. Los millones de inmigrantes ataviados de ensueños como él le hacían sentirse acompañado pero al mismo tiempo desolado.

No podía eludir la sensación de una enorme congoja. Tampoco es que él se sintiera menospreciado por resurgir de una pequeña colonia, ¡no!, su país era tan inmenso y tan hermoso como el que sus pies tocaban hoy, pero probablemente las oportunidades de sobresalir allí eran escasas e improbables. La falta de un buen empleo y la posibilidad de vencer obstáculos sin el respaldo de un negocio propio o dinero ahorrado en una cuenta bancaria eran casi nulas.

La esperanza de un futuro mejor, esa fue la razón que le impulsara por sobre sus principios a una separación familiar, la idea no le gustaba porque sabia en carne propia lo que era crecer lejos del amor maternal y la dirección paternal, a los 8 años sus padres partieron rumbo al cielo dejándolo completamente deshabitado de afecto, la conmiseración que sintió le avergonzó las entrañas, sobre todo porque era conmiseración de si mismo, aquel suceso lastimoso le marcó para siempre, le marcó para la eternidad.

Al principio de la lucha por alcanzar lo inalcanzable, lo máximo que consiguió fue trabajos eventuales, su esposa también lo apoyó a la distancia buscando algo extra para poder rellenar los huecos de las privaciones cotidianas.

Las llamadas telefónicas fueron lo mas fluidas que el dinero pudo permitir, pero hubo ocasiones en que ambos se encontraron en la disyuntiva de elegir entre cubrir las necesidades diarias o discar el código de larga distancia, claro, en aquellas ocasiones fue él, quién paso la noche escuchando un concierto mágico de estomago vacio, música que sólo el cansancio aplacó.

Eso si, cumplir la promesa del retorno al hogar lo antes posible era lo primordial, ya fuere que lo dijere entre llanto o entre risas.

Cargó piedras, recogió frutas, lavo trastos, y araño la tierra, finalmente consiguió un contrato permanente como caballerango en un potrero. El dinero para el envío jamás faltó, cada mes, llueva, truene, o caiga una avalancha, él se las ingeniaba para depositar en una cuenta bancaria un cheque con la cantidad suficiente para impedir a los suyos pasar penurias.

Al llegar el tercer año de estar allí, la ambición de ahorrar un poco más le ganó.

El año número seis preparó en silencio el viaje de regreso a casa.
Compro muchos regalos, hasta un computador portátil para su hijo, empaco todo, incluso las ropas raídas y el morral. Iba cargado de cariño e ilusiones.

Un día antes de partir y como en los últimos meses no pudo hablar ni con su esposa ni con ninguno de sus hijos o habían salido o estaban en la tienda o en la escuela “demasiadas excusas†pensó, pero los amaba tanto que no le pareció extraño y lo paso por alto.

Casi dos días le tomó llegar por carretera. Cuando estuvo en la ciudad de sus amores lo primero que hizo fue buscar a los suyos, el corazón le explotaba de emoción.

Llego a la precaria casucha, pero por más que golpeó la puerta esta no se abrió al parecer allí ya no vivía nadie.
Al fin, de la casa contigua salió una vecina, una de esas que halla fascinación en el hecho de retransmitir comentarios sin importar que los mismos fueren inciertos y malintencionados.
Al verlo de pie parado allí lo reconoció y corriendo hacia él le dio un abrazo de oso, mientras daba la ponzoñosa noticia.

-Hay compagre, bendita la hora en que su mercé decidió desandar sus pasos, su familia se mudó de la colonia hace como ¡juuuu! seis meses, muchas cosas cambiaron cuando usté se jué daquí, ay, que lupita le dé juicio,- hizo la señal de la cruz frente a su rostro –juicio pa resolverlo todo, pero jue usté meríto el que tubo la culpa, por andar de gringo pa que se marcho ¿eh?, mire yo no le quiero decir nada, ansina que mejor usté nomas entérese, pero tómelo con calma compagre, tómelo con juicio compagre…-

No había nada mas que recordar lo que había pasado después no merecía la pena ser recordado, otra vez frunció el ceño y la presión de sus puños apretados le recordaron el juramento de no volver a beber nunca más.

Después de cruzar nuevamente para el norte sacudió el polvo de sus pies y con el polvo se ahuyentaron las promesas y todas sus metas cambiaron, la primera y la mas urgente ahora era trabajar y acumular todo el dinero que se pueda antes de cumplir la mitad de un siglo, la segunda, hacer sufrir con escarnio a cualquiera con formas de mujer, la que osara cruzar en su camino pagaría los platos rotos de todo lo vivido.

Se quitó la playera de domingo, sentado frente al monitor escribió su nick y su clave, después se limitó a leer.