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GRAMSCI Y LAS COSAS DE INTELECTUALES, POR MAYRA GARCÍA CARDENTEY, CUBA. TEXTO SELECCIONADO Y EDITADO   GRAMSCI Y LAS COSAS DE INTELECTUALES, POR MAYRA GARCÍA CARDENTEY, CUBA. TEXTO SELECCIONADO Y EDITADO POR CECILIA R SALAS. Mi primo es mecánico; no de los que estudiaron ingeniería o de los técnicos de nivel medio en transportación automotriz. No, mi primo es mecánico de calle, de la vida, de los empíricos, de los que desarmaban ventiladores antes de soplarse los mocos; de los que anda con las uñas bordeadas de grasa y con olor a motor de carro, como si estuviera bañado en colonia. Pero mi primo no es un intelectual o, al menos uno de los que como, usualmente, se caracteriza a los mismos. A él no le gusta la música de cámara, no resiste un concierto de jazz y de seguro no podrá deletrear o conocer el significado de palabras como multidisciplinario, empoderamiento, deconstrucción, panóptico o hipertexto. Mi primo, por supuesto, tampoco sabe diferenciar entre BUKOWSKI y TCHAIKOVSKI y, de seguro, los confundirá con el bálsamo de SHOSTAKOVSKI. ¡Vamos! Que a más de uno le puede pasar eso, ¿no? Y de seguro, no sabrá que existió un italiano llamado ANTONIO GRAMSCI, quien quiso significar que no hay actividad humana de la que se pueda excluir toda intervención intelectual, cuando afirmó que, cito: “Cada hombre, considerado fuera de su profesión, despliega cierta actividad intelectual: es un filósofo, un artista, un hombre de buen gusto, participa en una concepción del mundo, tiene una consciente línea de conducta moral, y por eso contribuye a sostener o a modificar una concepción de su entorno, a suscitar nuevos modos de pensar.” Pero a mi primo le han hecho creer que es sólo un mecánico; le han subestimado su capacidad racional, porque en la sociedad no desempeña, aparentemente, la función de un intelectual. No pertenece al grupo de privilegiados, pero no de aquellos que, en verdad, --al decir de algunos teóricos--, renuevan, rehacen, reconstruyen, imaginan o transforman las asunciones sociales; de los que amplían la perspectiva de los ciudadanos y tratan de transformar el mundo, mediante la palabra... ¡¡No!! Mi primo y personas como mi primo, excluidos por algunos de esos otros que se constituyen como casta, más por la connotación positiva y por el valor de prestigio asociados a la atribución de una inteligencia superior, que por generar o ejercer tal capacidad. Mi primo y muchos como él, quedan degradados por estos seudointelectuales, más preocupados por su proyección y por el estatus, que por la propia creación. De esta manera, algunos de ellos integran esa ralea de demagogia letrada, que se legitima por encima de aquellos --¿ignorantes?--, que no distinguen entre música clásica y de cámara; que se quedan dormidos en una función de ballet, que no saben quién es BORGES y ERNESTO SÁBATO, o que pronuncian mal el nombre de MICHAEL FOUCAULT. Personas como mi primo subvaloradas por algunos aliados en subgrupos que, lejos de fundar, --como lo hace la verdadera intelectualidad--, con ínfulas de superioridad deslindan pequeños feudos de falsa cultura de aparentes particularidades, y que niegan lo multiplicador, lo que identifica a la plebe y a la masa, como si no hubieran sido los plebeyos los que tomaron LA BASTILLA. Algunos de ellos se precian de sabérselas todas y dirigen cualquier simple análisis hacia un lugar existencialista o, en el peor de los casos, filológico y su meta, más que ser intelectual, es informarle al mundo que lo . Pero mi primo, que nunca ha leído a GRAMSCI, no debe conocer que él sí es, --al igual que muchos otros--, un intelectual; pero no uno de artificiales posturas, si no uno del tipo obrero, como diría el teórico europeo: uno moderno, involucrado en la tarea práctica de construir la sociedad desde su trinchera, que no por modesta deja de ser menos importante. Mi primo, que --¿tan sólo?--, es un mecánico de los que no estudiaron, de los autodidactas, de vez en cuando me dice: “Sigue leyendo, que te vas a volver loca. Si quieres de verdad escribir, deja el libro y sal al mundo. Conocer lo que hicieron otros te servirá, pero ya está dicho. Aprende de la Vida, que sólo los que viven pueden escribir grandes textos.” No necesitó libros, ni ínfulas de seudolector, ni se imaginó que citaba incidentalmente al argentino JOSÉ MARÍA ROSA, cuando éste dijo que, cito: “La realidad no se lee: se siente, e –indispensablemente--, se la acepta y uno se integra a ella, o se la rechaza por incompatibilidad de piel, o por conveniencias personales.” Mi primo, que no tiene verborrea enjundiosa, que no sabe de arte clásico, rococó o renacentista; que no tiene hipersensibilidad estética, ni estudió filosofía, también puede expresar cosas de intelectuales como esas… CECILIA |
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Dario_60 , muchísimas gracias por tu acertado comentario. Ya conocía la tesis del grupo Science for people a la que haces mención. Feliz fin de semana, amigo. CECILIA
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arllch01 , si lees con detenimiento, en ningún momento en el artículo se comenta acerca de todos los intelectuales y, muy por el contrario, en tres oportunidades distintas se hace referencia a algunos seudointelectuales. También se establece claramente que los verdaderos intelectuales son aquéllos que, cito: "(...)renuevan, rehacen, reconstruyen, imaginan o transforman las asunciones sociales; los que amplían la perspectiva de los ciudadanos y tratan de transformar el mundo, mediante la palabra (...)" . El 12 de julio de 1789 fue la plebe, la masa, en fin, los plebeyos quienes dieron inicio a un proceso de cambios irreversibles en la sociedad francesa. CECILIA
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8/28/2014 3:24 pm |
Horrible e inútil ivisión de clases entre obreros buenos e intelectuales malos. Ah, la revolución francesa no la hicieron los obreros -que no existían- sino los burgueses y algunos nobles un poquito más lúcidos. Los campesinos? Muy poco, fueron enviados al frente a morir en nombre de la patria francesa, a conquistar el mundo y perder sus vidas.
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SIENTO UNA GRAN ALEGRÍA PORQUE, AÚN SIN CONOCERNOS, ME HONRAS CON EL PRIVILEGIO DE TU VISITA, DE TU LECTURA, DE TU ATENCIÓN, DE TU INAPRECIABLE TIEMPO. SALUDOS SOLIDARIOS E ISTMEÑOS DE CECILIA CECILIA
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