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KATIB, el que escribe...

Dios bendiga a todos mis

amigos y amigas


CAPITULO IV
Posted:Mar 18, 2008 12:21 pm
Last Updated:Jan 12, 2010 6:15 pm
4412 Views


EL ENANO DEL FUERTE...


Cuando yiss miró aquel edificio viejo e imponente, se sintió débil, si se hubiera ido solo cinco segundos antes del mail, no estaría allí sintiéndose miserable.
Siguió a Eli casi automáticamente, arrastrando intencionalmente los tacones de sus pies, con el pensamiento imito burlonamente el ligero movimiento de caderas y sin emitir sonido alguno soltó una carcajada mental.

El lugar era amplio, las pupilas se le dilataron cuando descubrió el electrizante verde limón del suelo y no menos sorprendente aquel rojo picante salpicado en las paredes, todo parecía salido de una pintura grotesca, una que jamás admiró.

¡Qué horrorosa combinación! Pensó.

Y sus ojos siguieron aquel recorrido escabroso, lo que vio ya no le sorprendió, elevado desde el suelo un enorme mostrador a manera de escritorio flanqueaba el paso a quien osara entrar o huir y sobre el mostrador erguido a pesar de su enorme joroba la pantalla de un ordenador completaba con su tono neutro la inmensa gama de colores carnavalescos, porque yiss nunca hasta el día de hoy podrá precisar si aquel color fuera un blanco tiza teñida por el tiempo o por la nicotina.

En esta disyuntiva se encontraba cuando descubrió sin ninguna intención que por detrás y asomando su nariz indiferente un enclenque muchacho las miraba en silencio con el rabillo del ojo.

-¿Me das una maquina porfis?- escucho preguntar a su amiga.
La pregunta hizo girar su cabeza al instante, sólo para descubrir ocho hileras de personas, ocho porque las contó, - uno, dos, tres, cuatr... - ensimismadas, atrapadas todas por el sopor de que tenían frente, eso no le gustó y decidió salir de allí mientras decía...

-¡No me lo creo Ely! Te juro que ¡no me lo creo! Me sacaste de mi rutina con una mentira... -mordió sus labios- me evitaste el agobio es cierto y te lo agradezco, pero me traes a este lugar Diozzz.- haciendo una breve pausa suspiró -¿Vos acaso querés matarme de aburrimiento? estás loca si piensas que además de soportar el tedio de estar sentada frente a uno allá lo haré acá también. No, de ninguna manera, bur bay.-

Se sentía sofocada así que, desató el nudo en su garganta solo quería respirar profundo. No quería pensarse ni sentirse marchita por dentro. Era injusto sentirse así, no aprendió a manejar el dolor de lo inesperado ni el vacio de la decepción.
Sonrió por no llorar, se jactaba de ser una mujer controlada pero hoy, hoy estaba perdiendo el aplomo, intentó alejarse de allí y sin saber cómo dio un chapuzón en el pasado.
Se caso niña, niña porque no es el desarrollo corporal lo que determina la madurez, al sostener en brazos a su primer hijo tomó una decisión y dejó de soñar convirtiéndose en mujer.

Cambió la tutela de sus padres por la del marido. Decidió ser feliz aún a costa de los golpes, tragó sus lágrimas con profundo amor y amo tanto y tan intensamente que una noche de desliz en luna llena el corazón se le escarchó.
Esa misma noche armó valijas, tomó a los niños somnolientos y sacó una conclusión precipitada a cerca del amor y los castillos de papel. Después, mientras recogía de ella los últimos pedazos descubrió sin querer, que odiar es igual que amar y también ocultó este sentimiento, pero no lo ocultó muy bien.

Alguien le propuso montar una fábrica rustica y artesanal, no le pareció mal y se arriesgó. Al principio trabajó muy duro, pero en pocos años se ganó un lugar y un prestigio en el mercado consumista.
Cuando consiguió estabilidad e independencia económica, sin consultar con nadie, se matriculó en la carrera menos pensada, carrera que nunca ejerció.

Lo increíble de la experiencia fue conocer a quién le enseñó a plasmar en papel todo aquello que no podía decir con palabras. En alguna ocasión le costó aprender una lección de las experiencias vividas pero acertar en el punto de sus fracasos y triunfos le dieron pauta para comprender el porqué de muchas cosas.

Y comenzó a escribir y recomenzó a amar, amo mucho mas a sus tres hijos, amó la lectura, amo sus logros grandes y pequeños, amo cada una de sus decisiones, amo su infelicidad y por momentos amó los despojos de su espíritu indomable, pero por más que lo intentó no consiguió amarse nuevamente.
Había aprendido a evadir la retórica de algunos personajes por convicción y porque la huella de su alma era profunda, se escudó en la excusa de no nacer para jugar con el amor, -LAS ALMAS GEMELAS NO EXISTEN- se dijo, y trago en silencio nuevamente cada una de sus lágrimas, lo hizo mientras abrazaba su almohada.
La noche anterior a la de los colores electrizantes, cansada ya de fingir, se quitó el disfraz.
-Yiss ya deja el pasado atrás.-

… dio un paso con la intención de alejar su dolor, pero la mano de su amiga la detuvo, no necesitó escuchar nada más, la mirada amiga le brindó consuelo y una frase sin palabras que decía “confía en mí”.

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CAPITULO III
Posted:Mar 18, 2008 12:19 pm
Last Updated:Jan 12, 2010 5:17 pm
4261 Views


JUGANDO CON EL DESTINO...


En México ya era casi noche, el manto de la oscuridad se disponía a envolverlo todo, incluso las ansias por cerrar a tiempo las cortinas del taller.
Un té caliente después de la ducha siempre reconforta, aquel día también le costo trabajo quitar las manchas de grasa alojadas en su piel.
Ya estaba listo, se apertrechó en el cómodo sillón de siempre, dispuesto a perderse algunas horas entre risas y charlas sin importancia.
Total, después de la separación conyugal sus dos hijos crecieron rápidamente que descubrirlos una vez por semana y de mes en cuando con el paso de los años, adormecieron un poco su lado paternal.

Nada era extraño para él, cuando fue necesario no se negó la experiencia ni el alivio de un romance eventual, claro, siempre que éste naciera a la luz de la luna y muriera con los primeros rayos del sol.
Cuando esto sucedía a la mañana siguiente, se descubría satisfecho, sin remordimientos, sin la responsabilidad de sentir nada profundo por nadie, ni siquiera por él mismo.
Encendió el monitor de su computador, esperó unos segundos. Buscó dos páginas casi mecánicamente y se sumergió en ese mar de letras.

A pesar de la carga de los años, de las experiencias vividas, mantenía un espíritu indomable.
No era un adonis, pero se conservaba atractivo y atlético, su pelo ralo azabache, su mostacho espeso, sus manos amplias y encallecidas denotaban esfuerzo, sencillez y bondad.
La piel canela contrastaba con el azul cielo de sus ojos y el timbre, ese timbre de voz le daban un tono mezcla de café y miel.
Sí, si era severo, pero también apacible y leal, orgulloso de la constancia en sus resoluciones.
Tenía todo lo innecesario y al mismo tiempo carecía de lo esencial.
Ignorante del destino comenzó el juego de la seducción virtual, si lo hubiera sospechado, jamás habría terminado de limpiarse las manchas de grasa, ni habría escuchado aquella canción mientras navegaba por el cyber espacio.

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CAPITULO II
Posted:Mar 18, 2008 12:16 pm
Last Updated:Dec 20, 2020 12:22 pm
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URGENTE...

La batalla eterna entre el reloj y el desayuno declaraba siempre un ganador, era tarde una vez más.
Rebobinó mentalmente el día anterior para buscar con memoria apresurada el escondite de las llaves del coche, escaneó la habitación con la mirada, mientras giraba sobre sus pies, pero fue inútil, así que comenzó la búsqueda desquiciante utilizando las manos, saco de su lugar cuanto objeto cruzó por su camino y antes de quebrantar sus nervios descubrió el paradero, -¡increíble!- estaban de romanza entre los almohadones del sillón, aquel menudo manojo de metal siempre se las ingeniaba para esconderse en el lugar menos pensado.
Y no pudo controlar el tono de su voz cuando dijo:
-¡Vamos hijo! tu hermanita siempre pero siempre llega tarde.-

Se acomodo detrás del volante y mirando el retrovisor, pasó revista 1,2,3 y suspirando conforme puso el motor en marcha.

Dio un breve paseo interminable por el horizonte de sus pensamientos y solamente regresó a la realidad cuando descubrió a su ángel protector sentado junto a ella por calles puentes y avenidas, mientras se descubrió perdida quién sabe donde y por qué.
Supo que había llegado al “cole”, por los bocinazos realistas suplicantes de un espacio también para estacionar.
Sus dos hijos mayores extendieron las manos,
-¿Ma, mami, mamita, nos das dinero?-

Sonrió aunque hubiera deseado bajar del coche y justo en medio de la calle pronunciar una sarta de improperios, así los demás se enterarían de una vez que ella sí era racional.
Pero freno sus impulsos, buscó el monedero en su cartera, cerró los oídos, agudizó los ojos y exprimió las monedas de siempre.
Su recompensa, dos besos apresurados y se quedó allí un poco más, mirándolos alejarse, fueron escasos segundos para ella, pero para otros eternos momentos de espera.
Su hijo ya era casi un hombre hecho y derecho y su hija se convertía en una hermosa mujer, quién diría, si apenas ayer ambos durmieron acunados en su regazo, así pensaba cuando otra voz, una mas tierna e infantil, -Mamita, ¿nos podemos ir? llegaré tarde otra vez- tocándole el pelo…
-…Si corazón ya nos vamos-

Al repetirse la escena de manos extendidas algo cambió, “te amo” aquellas cinco letras reconfortaron su corazón.
La mañana transcurrió sin alteraciones, sumergida entre papeles, librando pláticas triviales y supervisando esto y aquello.
Una fábrica artesanal de lácteos, no era grande, pero era suya además le permitía sobrevivir cómodamente, sin depender de nadie más que no fuera ella misma.

El sol siguió su recorrido por el cielo, pero justo cuando llegó a la mitad se agobió de rutina cotidiana, recogió a los “niños” del colegio y sostuvo con ellos durante el almuerzo, tres conversaciones narrativas mañaneras, todas al mismo tiempo y se sintió orgullosa por su hazaña, hazaña que sólo una madre consigue realizar.

Ya luego por la tarde sentada en su escritorio, entrelazó los dedos un poco más tranquila, pero el silencio le recordó la tristeza y el reflejo de sus ojos la noche anterior cuando sin quererlo, rompió una promesa mirando la foto del buró.
Había mordido sus labios casi al punto de hacerlos sangrar pero ni el dolor le evitaron las memorias y abrazando fuerte la almohada, otra vez se sintió baladí, en esa habitación tan llena de recuerdos. Por breves instantes se lleno de un vacío incontrolable, un vacio que no era soledad, bueno, al menos eso se repetía ella día a día para armarse de valor, siempre de frente mirando su reflejo, mientras peinaba su larga cabellera, rubia de paquete y ondulada de elección. Quizá le ayudara esa mentira piadosa, bueno al menos le regalaba el consuelo diurno de encubrir su realidad.

Al morir el día ya sin pendientes, dispuso su retorno a casa. Siempre era la última en llegar, así que se imponía penitencia y salía última también.

Justo antes de apagar el computador, recibió el mail de una amiga suplicando verla en un café que no estaba lejos de allí, se sorprendió pero no encontró un pretexto para eludir el compromiso.

Elizabeth era la única amiga que quedaba ya, después del divorcio se había aislado del mundo entero y aunque no había perdido el don del buen sentido del humor, había aprendido a aparentar que todo andaba bien a pesar del enorme peso que llevaba encima.
Al llegar al café, buscó con la mirada un rostro amigable, pero no vio a nadie y justo cuando dio vuelta para escapar de allí con una excusa, la voz de su amiga sobre su hombro, reconfortó sus ánimos.

-Cangreja, seguro ya te ibas, hoy no zafas amiga, ja, ja, ja,- ella era así, genuina hasta en su forma de reír.
Devolvió el favor con una sonrisa interminable y la siguió calladamente hasta una mesa casi junto al mostrador.
-¿Sucede algo? me dejaste preocupada, anda dime.-
-No amiga, no sucede nada, pero todo este tiempo me enseñaste que si no exagero el tono de las cosas me restaras importancia.-
-Menuda forma de llamar mi atención.-
Acto seguido platicaron de las mismas cosas como siempre, de cómo estaban el trabajo, la vida y los “niños”, bueno los niños era un decir. Y la pregunta de rigor, infaltable como siempre… “como estaba el corazón”, habría sido inútil responder con una evasiva, así que fue mejor contestar lo acostumbrado.
-¿El corazón?, el corazón va, igual.-
- Pues desde hoy eso cambiará, Yiss…- así la llamaba ella, juntas eran Eli y Yiss, -te tengo una sorpresota, vamos que no queda mucho tiempo.- y salieron de aquel cubo de humo, mezcla de tabaco ganas de reír y llorar pero sobre todo ganas de morir muy lentamente.

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CAPTULO I
Posted:Mar 18, 2008 12:09 pm
Last Updated:Dec 20, 2020 12:18 pm
4488 Views

RING... RING...


El despertó molesto, el timbre del teléfono repicaba con insistencia, al otro lado, una voz inesperada pero conocida susurró estas palabras en su oído:
- ...Por favor solo necesito decirte algo.... yo también sentí lo mismo que tú sentiste aquella noche... te espero dentro de una hora en el parque ... junto al pequeño muelle del lago...-

El recordó entonces esa noche, soñó algo extraño, escuchó entre sueños sus propios gritos ahogados, pero nadie le oía ni siquiera él mismo. Masculló entre dientes un de acuerdo.

Colgó seguidamente el auricular, no podía evitar sentirse defraudado, el pasado quedó atrás y no quedó en malos términos pero él si tenía certeza e incertidumbre alojados irónicamente al mismo tiempo en sus secretos anhelos.
Nada impidió a la soledad invadir su vida. Dejó a su orgullo echar raíces, haciendo presa de los sentimientos puros albergados hasta entonces en su maltrecho corazón.
Aceptó sin discusión so pretexto de error, el hecho de permitirle a “alguien más” la sugerencia sutil de como pensar, sentir y esperar el uno del otro.

Quedo pensativo, no quería hacerlo, pero era la oportunidad de exprimir a sus inquietudes la última gota atrapada en el tintero.

Sus sensaciones fueron en aumento, intuyó las respuestas pero por única vez fue justo al emitir sus juicios. Ambos habían fallado al considerar la opción de añadir a sus existencias hasta entonces vacías, un fugaz deseo de envejecer en compañía, por alguna razón esta posibilidad se marchitó quedando olvidada en el fondo de un cajón.

Presintió la incomodidad de aquel momento tan cercano, pero mucho más le molestó la incongruencia generada en su interior y solamente por aliviarse el remordimiento pensó para si un eufemismo, pero no lo pronunció.

El transcurrir del tiempo y la experiencia de lo vivido le habían enseñado a calcular sus emociones, ocultando sus sentimientos. Sabía que si conseguía dominarse, nadie le haría daño. De todas formas guardo sus juicios junto con las últimas opciones que quedaban, la primera disfrazada de altruismo para con él, consistía en detener el tiempo en su cabeza ignorando cualquiera de sus emociones, transformando su corazón en roca sólida protegiéndolo del dolor, la segunda, más descabellada que la primera, emano de su afirmación rutinaria, -no puedo vivir sin ti, pero aprendí a hacerlo- incierto, pero la mentira lo mantenía vivo.

Cerró los ojos al pasado, no es fácil el olvido si se vibra intensamente en cada poro de la piel.
–Pobre insensato- se armó de valor con las palabras, puso los pies sobre la tierra y decidió huir del presente pero sin dejar de soñar.

Aquella mañana se pinto de color incertidumbre, - raro matiz.- Su voz ó tan pero tan cansada, se frotó la barbilla mientras contaba cada una de sus pulsaciones y entonces no pudo evitarle a sus ojos y parpados el placer de sumergirse en un río transparente y sereno que no desbordó.
Exhalo el aire contenido, hoy hubiera querido un descanso eterno.
Se quito la ropa de dormir, se la quito sin prisas, robándole a cada tictac una milésima de segundo y fantaseo con ello…fantaseo a las neuronas de su corazón, las fantaseo enamoradas, dejándose arrastrar... pero el pecho estrujó una mueca en sus recuerdos y sin más, dos gotas de río contenido se precipitaron tierra abajo, dejando a sus pies un significativo mar de agua salada, significativo pero tan pequeño que nadie jamás lo vio y sólo para no sentirse un hombre débil…
-¡Que ingenuo soy! mis neuronas no tienen corazón.-

Desnudo se introdujo en aquel pequeño espacio, necesitaba su espíritu renovado, giró la perilla, la cascada refrescante dibujó un sendero mustio por su piel y entre sollozos descubrió un collage de malas decisiones albergadas con el paso de los años -no hay marcha atrás,- como si con esas palabras intentara convencerse de que no estaba en un error.

Secó su cuerpo y se arregló rápidamente, por un instante pensó nadie conoce cuan profundo es mi océano, pero estaba equivocado. Casi por instinto descolgó el auricular y una mano invisible le detuvo el impulso incontrolable de contarle a cualquiera, una fuerza desconocida del universo conspiro una vez más, pero esta vez sin intervención alguna.

Encaminó sus pasos rumbo al parque, se acerco al pequeño muelle, se sentó en una banca.

Por primera vez era el momento preciso de aclarar sus dudas, sólo así podría continuar sin el lastre del pesar interno cargando en la conciencia todo aquello que no significa nada.

En fin, rompió la eternidad del silencio de una vez, hoy sí, solo por hoy, estaba dispuesto a todo, aplacando inclusive el sonido de su propia voz. En secreto colgó en el perchero su fachada machista, hoy sí, solo por hoy, se quitaría la mascara, para sentirse libre de presiones y falsos argumentos.

Y como en una brisa transparente, se sintió volar, se elevó rumbo al infinito, con la mirada fija en el rebaño de personas que circulaban frente a él, de personas con el rostro extraviado en lo incierto, en lo incierto de lo que no se ve, ni se intuye, ni se agradece, ni se juzga, ni se ama, ni se odia, ni se olvida.
Vagaba su intelecto, sin un propósito determinado, entre un cúmulo de sensaciones y cuando se dio cuenta intentó pensar con claridad, más no consiguió enhebrar ninguno de sus pensamientos.
¿Quién hablaría primero después de tanto tiempo de silencio?
¿Acaso no todo estaba dicho ya?
Divagaba así en su interior mientras miraba a la gente pasar...
Algunos caminaban con prisa…
Otros decididos quien sabe a qué…
Mientras muchos más se percibían tan perdidos y extraviados como él.
De pronto, a lo lejos la presintió perdida entre la muchedumbre.

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