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Que estoy enseñando a mis hijas - parte 1 Cuando éramos niñas, nos contaron los cuentos de princesas. De Cenicienta, que encontró una salida de la vida de miseria y esclavitud en un baile, donde, luciendo el maravilloso vestido (un regalo de Hada Madrina), cautivó la imaginación del PrÃncipe. De Bella y Bestia, el cuento como el amor de la Bella transformó al Bestia feo y de maneras salvajes en un suave y hermoso PrÃncipe. De La Bella Durmiente, que pacientemente (dormida, lo cual ayuda a ser paciente) esperó a su PrÃncipe por cien años, y por fin, el llegó para despertarla con un beso y hacerla feliz. Y mucho otros cuentos… que siempre se terminaron con las palabras: Y ellos vivieron felices para siempre. Y nosotras creÃamos… y nosotras soñábamos… Al llegar nosotras a la adolescencia, se maduraron los cuentos. Ya supimos que las Hadas Madrinas no existen (igual a Papá Noel). En lugar del cuanto de Cenicienta, leÃmos el cuento de Jane Eyre. Sin Hada Madrina, pero es básicamente el mismo cuento: una niña pobre, huérfana y de la vida muy sufrida, por fin se casa con el hombre rico y muy enamorada de ella. Y ellos vivieron felices para siempre. Y nosotras creÃamos… y nosotras soñábamos… Crecimos. Algunas de nosotras ganaron la loterÃa. Y algunas de nosotras sà encontraron a su suave y hermoso PrÃncipe y vivieron felices para siempre. Pero el resto de nosotras (vamos a ser honestas – la gran mayorÃa) no lo encontramos. (Yo pertenezco a la mayorÃa). O, en algún momento de nuestras vidas, nos parecÃa que lo encontráramos, que fue él, nuestro PrÃncipe, él con quien soñábamos, él con quien Ãbamos ser felices… Y algunas de nosotras sà fueron felices. Algunas, por unos cuantos años; otras, unos cuantos meces, o dÃas, pero – felices fuéramos. Luego llegaron los divorcios. O las separaciones. O los matrimonios que continuaron, con sus peleas, resentimientos continuos, los dÃas de no hablar una a otro… nada parecido siquiera a eso de “y vivieron felices para siempre.†Algunas de nosotras aceptaron la infelicidad como la condición normal de la vida. Otras se sumieron en la depresión, con el sentido profundo que la vida no vale la pena; y si no acabaron con la vida, era solamente para los hijos. Fue bastante fuerte la desilusión que nos se cumplió la promesa de todos los cuentos de Hadas y de Jane Eyre, eso de “vivir feliz para siempreâ€. Amigas, yo también soy una de las defraudadas. Me he divorciado dos veces, y de mis desilusiones amorosas sin matrimonio – ni los sé contar… (Hace un año más o menos, escribà en mi blog sobre “mi desilusión amorosa numero 51â€, en actualidad en la página 6 de este blog, en caso que le interese a alguien)… Pero, aquà está el asunto en cuestión: de mis dos matrimonios, tengo tres hijas, de 21, 19 y 9 años. ¿Que les enseño a ellas? ¿Les cuento cuentos de las Cenicientas y Hadas Madrinas, para que esperen su PrÃncipe? ¿O les digo que la felicidad no existe, para que no la esperen ni sufran una desilusión? Continuaré… |
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6/9/2009 11:32 am |
hola libera amiga taaaanto tiempo..pero e tratado de hacer vida..pero de vuelta al mundo virtual..te comento que yo con 44 anos todavia espero a mi principe..aunque en el camino me e encontrado con principes que con el tiempo se an comvertido en sapos..que le voy a hacer jajaja todavia sigo esperando a mi principe.u abrazo amiga
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Te agradezco tu interés en mis escritos. Levantas tanto mi ánimo como mi autoestima ‒ y lo necesito, Vicky, no creas que soy tan confiada. No quiero que mis hijas sean pesimistas ‒ quiero que sean realistas. Pero, sabes, comencé con esta tema - ¿cómo transmito a mis hijas las lecciones que he aprendido de la vida, en particular, de mis experiencias con amores y desamores? ‒ y ahora me siento aterrorizada con la inmensidad del tema. Me pregunto: ¿Qué es, precisamente, que yo aprendÃ? No es que no lo sé ‒ sino tengo la dificultad de ponerlo en las palabras claras y precisas. Al principio pensé que escriba una página en una hora… jajaja… las cosas asà no se escribe en una hora. En los dÃas siguientes, meditaré sobre el asunto, para después volver con el tema. Un gran abrazo para ti, mi amiga comprensiva. Alexandra
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