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.......¡¡¡¡¡ LA VISITA (la soledad a solas)...........!!!!!!! En la noche, salió de su casa. No importaba dónde, no lo dijo, salió de su casa. HacÃa ya tiempo que no temÃa al miedo, que la oscuridad no era una amenaza. HacÃa mucho tiempo que era su aliada. Caminó sola, como siempre cuando en la noche se decidÃa ir a visitarle, sola, como ella sola, sola con el peso de la noche y el aire. Presurosa, por entre los árboles, por donde ni un alma caminaba por donde otros no andan en la noche, por donde la soledad es más sola que el mismo cielo negro, centelleante. Llegó tras de las rejas, la puerta cerrada. Como siempre a esas horas, y sin reproches. Y le habló, como siempre le hablaba en tantas y tantas noches: "Hola cariño, aquà estoy, tardé pero estoy. Se que no me vas a contestar, no pasa nada me basta con que me escuches, estoy cansada. Déjame que me siente ahà en ese banco tú me oyes igual y yo asà descanso. ¿Sabes? no se si lo estoy haciendo bien desde que te fuiste de casa ando perdida, ¡ estaba tan acostumbrada a tu compañÃa!. Yo hoy solo quiero pedirte una cosa, ven a casa un rato, no te pido más. No es necesario que sea para siempre solo unas horas, minutos, poderte abrazar". Y no le respondió, sólo en la negrura espesa los grillos daban su concierto nocturno. HcÃa algo de frÃo, con la rebeca en los hombros cruzó los brazos como si quisiera darse calor. Calor a sà misma, solo un poco de calor en su alma pesada como yunque a cuestas. Miraba la puerta, pero nadie abrÃa, estaba acostumbrada a eso, siempre sucedÃa. Después de largo rato mirando las rejas se levantó despacio, para despedirse de el: "Adios cariño, buenas noches, me voy, sabÃa que no ibas a contestarme pero se que has estado escuchandome. Ven un rato a casa, no te quedes si no puedes pero ven, abrazame, dime que estás bien y entonces mi alma se librará de este peso. Un beso mi amor, un beso y no me olvides, que tú por siempre en mà vives". Se levantó despacio, sin paso presuroso y comenzó a desandar el camino andado. Al dar tres o cuatro pasos, como siempre se dió la vuelta y mirando el enrejado no pudo reprimir el sollozo triste, desesperado. Y sólo se repitió lo que leyó a un poeta, siempre lo recordaba cuando visitaba esa puerta: " Adios cariño adios, razón tenÃa quien lo dijo, y qué malo tuvo que ser su momento al escribir: ¡qué solos se quedan los muertos........!" |
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